por fernandin » 28 Sep 2010, 23:42
¿Os habèis preguntado alguna vez por qué nuestras "averias" se producen principalmente en los viajes de vuelta?
Yo tengo la respuesta: Paranoia colectiva. Otro caso de misterio parapsicológico que nos une a la relación con nuestros coches.
Partiendo de la premisa de que nuestros coches (salvo honrosas excepciones), no se rompen; todos sabemos que ponemos literalmente nuestros cinco sentidos en nuestro viaje, mucho más en la vuelta, ya que la ida, con los nervios y tal, no estamos tan pendientes:
La vista, en cada uno de los indicadores de nuestros coches; el oído, siempre pendiente de cualquier pequeño ruidito extraño y nuevo que pueda aparecer; el olfato, algo chungo si llega el caso de oler a chamusquina, y el tacto, tocando con los nudillos los indicadores (sobre todo el de temperatura).
Este estado de alerta permanente se hace además muy aconsejable, sobre todo para los que ya tenemos cierta edad, para activar nuestras neuronas. Los que tenemos 24s, está comprobado que no envecejemos, solo hay que vernos año tras año en las nacionales. La seguridad social debería tomar nota de todo esto y darnos algún tipo de subvención por ello.
Bueno, a lo que iba, que me enrollo:
Quién, en el largo camino de vuelta, no mira casi obsesivamente el cuenta, la temperatura, tiene el oído alerta, mira hasta los hitos kilométricos pensado: "ánimo, ya queda menos, esto está chupado".,
En mi caso, paso a relatar las averías de mi camino de vuelta:
Se me caía a cada momento el parasol. Bueno, como voy para poniente,(pensé), pues hasta me viene bien. Hasta que tuve que parar. Sin un mal destornillador en el coche (era prestado), emulé a Mcgiver, y cojí una de las bridas de mi dorsal. Asunto arreglado.
Al poco, el capó se abría solo, con lo que tenía que parar, apartarme de la autovía y pararlo (unas cinco veces). Bueno, cojo la otra brida, la paso por la rejillita esta y ya está. Asunto arreglado.
Iba yo tan ricamente, escuchando la brisilla del mar. -¿la brisilla de mar, si ya voy por Albecete?- Primer mosqueo.
La brisilla del mar, agudizando el oído se iba convirtiendo más bien en un zumbido de avispa. Paro, y no noto nada raro. Claro, no abro el capó, porque ya no tengo más bridas.
Otra vez en marcha, y otra vez el zumbidillo, que se iba mentiendo dentro de mi cerebro. Esto es sin duda la bomba del agua.
Yo, que no tengo ni idea de mecánica, pero me dió por pensar que era la bomba del agua como si hubiera sido la juntalatrócola.
Ya me entra la paranoia -no llego, no llego...joer que largos kilometros..qué hago le zumbo o no le zumbo?...dónde tengo la póliza de la grúa.....
Angustias mientras van pasando los kilómetros.
Intento agudizar mis sentidos auditivos, y, mientras me aferro al volante, voy acercando la cabeza al salpicadero a ver si descubro alguna pista que me haga saber algo más del dichoso ruido.
De repente, el zumbidito se convierte en un graznido espeluznante que me hace echar la cabeza hacia atrás de repente, y, aunque sujetaba el volante fuertemente, las holguras de nuestras direcciones hace que el coche haga un zig-zag.
Qué era el dichoso ruido? Pues el cable del cuentakilometros, que se debió trasroscar o yo que sé. A los que le haya pasado saben el ruido al que me refiero.
Mi acompañante en el coche de atrás (siempre es conveniente en estos viajes largos no ir solo), al ver la extraña maniobra, me llama por el móvil.:
-Qué te pasa. oño, qué te duermes o qué?
-No, voy bien. ¿Tú cómo vas?
-A 115-120
-¿De temperatura???!!!!
-No coño, de kilometros.
-Ah, vale.
Y así fue más o menos mi viaje de vuelta, hasta los carabancheles. Otro caso de misterio resuelto.
Un saludo y un abrazo para todos los que habeis hecho posible este gran finde, y a contar los días que faltan para la próxima.